1 de junio de 2006

SUBANESTRUJENBAJEN

Ya que todos hablan del mundial, aquí no vamos a dejar de hacerlo, pero no desde la óptica de si Pekerman pone a Abbondanzieri de titular, sino desde como nos revienta a las mujeres la boludización del hombre con el fútbol, y sobre todo de cara al mundial.

El fútbol, tomando al deporte más popular entre las preferencias masculinas, produce en ellos un estado de estupidización considerable. Los ves agrupados frente a las pantallas de las vidrieras de locales de electrodomésticos, dejando su baba frente al vidrio, gritando los goles como si estuvieran en la cancha, y vos, una humilde peatona que tiene la desgracia de pasar justo por ahí, casi salís despedida cual onda expansiva de una bomba.

No sabés por qué mandato divino ocurre esto, pero intentás comprenderlo. El hombre mira un partido y no se le puede decir nada, es “su” momento, como la mujer tiene el suyo cuando compra ropa, salvo que nosotras pretendemos que él participe activamente de tal evento. “Mi amor, qué vamos a cenar?”, pregunta tímidamente la chica; “YO QUE SEEEEEEEE, ESTOY MIRANDO EL PARTIDOOOOO, NO PODÉS ESPERAR AL ENTRETIEMPO?????!!!!!!”, gruñe él (y encima durante el entretiempo quiere ver la repetición de las jugadas y tampoco te da pelota). No sabés si es tu amorcito, aquel que el día anterior te había dado una jornada increíble de romanticismo o si te lo habían cambiado por el increíble Hulk y no te diste cuenta.

Es en ese momento cuando se hacen presentes la frustración, la ira, la congoja y demás sentimientos que genera el fútbol en la mujer. Padecimiento que se ve agravado una vez cada cuatro años cuando llega el mundial y sus maravillosas implicancias: el macho de turno ya está desempolvando su remera de la selección, su bandera para el balcón y hace un mes que arregló con sus amigotes para juntarse a ver los partidos y dejarte plantada como a un árbol bicentenario.

Él ya tiene su fixture en la billetera (desplazando así tu foto), te cuenta de la importancia de la ubicación estratégica de Tévez en la cancha, y vos lo mirás y sólo pensás en lo feo que es ese jugador y en las ganas de mudarte a otra galaxia que te invaden. Entonces preferís mirar la tele un rato, pero en cada canal que pasás en tu zapping hay publicidades sobre el mundial, caés en el noticiero y está “Don Niembra” contando su felicidad por irse a cubrir dicho evento. Acto seguido muestran a los hinchas argentinos recibiendo a la selección nacional en la ciudad alemana de Herzoge@%#!& (y que te recontra por las dudas) y se viene el comentario de la elección de los jugadores, los que van al banco, y vos ya estás re podrida de todo.

Finalmente pensás que si no puedes contra ellos, hay que unírseles, y organizás con tus amigas la comilona del mundial, donde se juntan todas no justamente a ver los partidos de Argentina, sino los de Inglaterra, donde están los mejores exponentes de la belleza futbolística. Y recorren con mucha alegría los primeros planos de Beckham y Owen, y piensan por qué nuestra autóctona selección nos da bagayos tales como Tévez, Riquelme y Crespo, entre otros.

En definitiva terminás cayendo en las redes del mundial, un poco para acompañar a tu chico, otro poco para sumarte al sentimiento nacionalista del fútbol; y además, admitámoslo, a medida que la selección va ascendiendo posiciones nos vamos motivando más y culminamos cual hombre promedio: gritando los goles como unas descosidas, con nuestra bandera argentina de poncho y cantando “Vamos vamos, Argentina”...

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