23 de junio de 2006

X-MEN

Tomando en cuenta los boom cinematográficos del momento, haré eco, cual diario o revista que utiliza estos temas hasta el hartazgo, y me apropiaré del título de este pasado estreno para emplearlo en el post de hoy.

En las relaciones, tanto hombres como mujeres, tienen esas "simpáticas" fobias hacia los aparentes defectos del otro, que en ocasiones son fulminantes cuando se trata de perpetuar la relación. Intentaré reunir las más sobresalientes para reírnos un rato de esas cosillas que a veces hacen que pensemos que el otro definitivamente es un mutante.

Cuenta la leyenda que una adolescente que recién empezaba a darse unos besos con un muchacho, un día le ofreció su femenina cadenita con dije de corazón al hombre en cuestión. El joven muy agradecido la tomó y en muestra de su reciente eterno amor decidió colocársela, pero OH NO!, era demasiado corta y no podía siquiera lograr que le cubriera las ¾ partes de su entroncado cuello. La historia fue corta, ella se impresionó, lo mandó a volar y ahora tiene su fobia de cuello.

¿Y los dientes? Muchos agradecerán a sus padres la insistencia en el uso de la ortodoncia, y los que no, sufrirán el embate del dedo acusador: "Ese tiene dientes de cuchillo", "Aquella tiene dientes de caballo", "Oh no, esa niña usa frenos", "Tiene la dentadura torcida"; y lo peor "a ese/a le FALTA UN DIENTE, y en la parte de adelante!!!!". También varios de los fumadores están condenados, con su dentadura perfectamente amarillenta, u oscura, sumado a la sensación de estar chupando un cenicero que se genera en el momento del beso, que a más de una/o le da escalofríos.

Siguiendo con las partes del cuerpo, podemos nombrar al fóbico nº 2, que tiene una fijación especial con las manos: que si son cadavéricas, que si son “firmes” (¿?), que si tiene dedos de "molusco", que su suavidad, que si los dedos son de morcilla, que si son cortos, o muy largos, su femineidad, etc. Como sea, el tema es que si una mujer no cumple con los requisitos manuales que él pretende, se acaba todo.

Bajando por la estructura corporal, llegamos al conocido fetiche de los pies: Hay hombres que desesperan por unas buenas plantas, hay mujeres a las que se les revuelve el estómago de que se las toquen. Están los juanetes, los dedos largos, los pelos, el pie de 2 metros, el chiquito, el deforme, el de las uñas acanaladas, el que está lleno de hongos, el que le faltan uñas, el de piel dura a lo roca, el femenino con las uñas y su francesita. Como verán, los hay de todas formas y colores, y tanto hombres como mujeres se fijan en ello y dan su veredicto final.

“El hombre, como el mono, cuanto más peludo, más hermoso”, así reza la frase, pero no es ley. Convengamos en que el macho promedio detesta a la mujer con el síndrome de Chewbacca, las prefieren bien desprovistas de pelos y lo más semejante a una niña virginal. En el caso nuestro, donde el hombre no tiene la obligación social de depilarse, las opiniones son dispares: Muchas sostienen que es signo de virilidad el estar cubierto de bellos, pero otras los prefieren lampiños, y ahí comienza la cuestión porque en cuanto se encuentran con una mata de pelos simplemente huyen despavoridas y si te he visto, no me acuerdo.

Y la calvicie… tema escabroso si los hay… ¿Por qué? Porque la pelada es como los hongos, no está, y creés que jamás llegará, pero de repente aparece y cuando te das cuenta ya es tarde. Hay mujeres que mueren por un pelado sexy, claro, pero que sea un calvo trucho, que se deja de afeitar y le crece el pelo, cual Loco López. El tema es cuando la pista de aterrizaje de Anillaco es un hecho y no hay forma de revertirla, cuando vas en busca de la selva amazónica y lo único que encontrás es el desierto del Sahara. Esas tierras áridas nunca volverán a ser fértiles, y eso para varias mujeres es determinante; si el tipo es dolape, en muchos casos, no chance.

Como broche final, el must wanted de las mutaciones debe ser nombrado, que viene en composé y refiere a la fobia masculina más común y conocida: El capot y el baúl. Si el capot es pequeño las cosas se nos complican, porque es como que el tipo pierde parte de la líbido. A veces este detalle se compensa con el baúl, que es alto e imponente, entonces el muchacho cree que hay una armonía compensatoria. ¿Y cuando somos como una especie de Topolino?, chicas, ahí sí que estamos en el horno, no queda más que desarrollar nuestro lado intelectual y rogar que con eso le baste. Sino la otra opción, la cirugía, algunas ya la han implementado y dicen que sus efectos son maravillosos.

Sí, los hombres y las mujeres en muchos casos parecemos mutantes, y no es algo netamente corporal. Fobias hay más, no alcazaría este humilde espacio para expresarlas; lo importante es poder reírse de los defectos de cada uno y tomarlos con la mayor alegría posible. Y vos, ¿Qué fobia tenés?

1 de junio de 2006

SUBANESTRUJENBAJEN

Ya que todos hablan del mundial, aquí no vamos a dejar de hacerlo, pero no desde la óptica de si Pekerman pone a Abbondanzieri de titular, sino desde como nos revienta a las mujeres la boludización del hombre con el fútbol, y sobre todo de cara al mundial.

El fútbol, tomando al deporte más popular entre las preferencias masculinas, produce en ellos un estado de estupidización considerable. Los ves agrupados frente a las pantallas de las vidrieras de locales de electrodomésticos, dejando su baba frente al vidrio, gritando los goles como si estuvieran en la cancha, y vos, una humilde peatona que tiene la desgracia de pasar justo por ahí, casi salís despedida cual onda expansiva de una bomba.

No sabés por qué mandato divino ocurre esto, pero intentás comprenderlo. El hombre mira un partido y no se le puede decir nada, es “su” momento, como la mujer tiene el suyo cuando compra ropa, salvo que nosotras pretendemos que él participe activamente de tal evento. “Mi amor, qué vamos a cenar?”, pregunta tímidamente la chica; “YO QUE SEEEEEEEE, ESTOY MIRANDO EL PARTIDOOOOO, NO PODÉS ESPERAR AL ENTRETIEMPO?????!!!!!!”, gruñe él (y encima durante el entretiempo quiere ver la repetición de las jugadas y tampoco te da pelota). No sabés si es tu amorcito, aquel que el día anterior te había dado una jornada increíble de romanticismo o si te lo habían cambiado por el increíble Hulk y no te diste cuenta.

Es en ese momento cuando se hacen presentes la frustración, la ira, la congoja y demás sentimientos que genera el fútbol en la mujer. Padecimiento que se ve agravado una vez cada cuatro años cuando llega el mundial y sus maravillosas implicancias: el macho de turno ya está desempolvando su remera de la selección, su bandera para el balcón y hace un mes que arregló con sus amigotes para juntarse a ver los partidos y dejarte plantada como a un árbol bicentenario.

Él ya tiene su fixture en la billetera (desplazando así tu foto), te cuenta de la importancia de la ubicación estratégica de Tévez en la cancha, y vos lo mirás y sólo pensás en lo feo que es ese jugador y en las ganas de mudarte a otra galaxia que te invaden. Entonces preferís mirar la tele un rato, pero en cada canal que pasás en tu zapping hay publicidades sobre el mundial, caés en el noticiero y está “Don Niembra” contando su felicidad por irse a cubrir dicho evento. Acto seguido muestran a los hinchas argentinos recibiendo a la selección nacional en la ciudad alemana de Herzoge@%#!& (y que te recontra por las dudas) y se viene el comentario de la elección de los jugadores, los que van al banco, y vos ya estás re podrida de todo.

Finalmente pensás que si no puedes contra ellos, hay que unírseles, y organizás con tus amigas la comilona del mundial, donde se juntan todas no justamente a ver los partidos de Argentina, sino los de Inglaterra, donde están los mejores exponentes de la belleza futbolística. Y recorren con mucha alegría los primeros planos de Beckham y Owen, y piensan por qué nuestra autóctona selección nos da bagayos tales como Tévez, Riquelme y Crespo, entre otros.

En definitiva terminás cayendo en las redes del mundial, un poco para acompañar a tu chico, otro poco para sumarte al sentimiento nacionalista del fútbol; y además, admitámoslo, a medida que la selección va ascendiendo posiciones nos vamos motivando más y culminamos cual hombre promedio: gritando los goles como unas descosidas, con nuestra bandera argentina de poncho y cantando “Vamos vamos, Argentina”...