27 de febrero de 2011

MI MAMA ME MIMA, MA ME MI MO MU

Hacen falta años, décadas, quizás toda la vida para que una mujer se de cuenta de que una primera cita no va a prosperar. Hay señales claras que automáticamente se evitan, se reprimen, probablemente con la ilusión de que éste sí será el “indicado”.

Esta historia, 100% real, cuenta sobre la primera salida de una pareja que se conoció a través del chat. Ella acababa de terminar una relación de años, él tenía más de 30 y nunca había tenido una pareja duradera. Primera señal de alarma evitada.

Un sábado de aburrimiento, ella se conectó al chat de un famoso portal, recibió cantidad de mensajes privados donde leía las peores atrocidades que un hombre podía usar para conquistar a una chica. Y entre medio de toda esa parva de primates, lo encontró a él, un hombre con el que se podía hablar y no había mencionado ni una palabra de índole sexual.

Intercambiaron direcciones de MSN y comenzaron a chatear seguido, a contarse cosas de sus vidas. Él siempre nombraba a la madre, por una cosa u otra, aparentemente una señora de carácter difícil. Segunda señal ignorada.


Entre todos los mambos que tenía este muchacho, se sumaba el hecho de que no podía asumir su edad, era un drogadicto recuperado, en el tiempo que chatearon antes de conocerse él se había peleado con la madre infinidad de veces, había abandonado la facultad, intentó renunciar al trabajo y se peleó con el terapeuta. Pero a pesar de todo, ella pasó todas estas señales por alto y continuó el contacto, incluso pasaban horas hablando por teléfono.

Finalmente llegó el día de la ansiada primera cita, puntualmente a la hora acordada se encontraron, él ya le adelantó que no iba a poder quedarse mucho tiempo porque le tocaba pasar a buscar a su perro por la casa de la madre, a quien no le gustaba que llegara de trasnoche. Así que, cual cenicienta, él debía retirarse a las 12 por voluntad indirecta de su “má".

Pero aún así, ella creía que era un buen prospecto. Durante el encuentro, él no paró de hablar atrocidades de la madre, que le había robado a su perro, que ahora terminaron haciendo un régimen de visitas como padres divorciados porque ella no se lo quería entregar. Siempre la "mamma" presente en las conversaciones. Y la cereza del postre llegó cuando él le dijo: “Me tomaría una cervecita, pero no puedo porque mi mamá se enoja si llego a mi casa y me huele aliento a alcohol”.

Ya era suficiente, ella no conocía a la madre, pero la potencial suegra ya manejaba a la distancia cuántas horas se encontraban, la ingesta de alcohol, las pertenencias de su hijo, el perro, todo! Ella lo siguió escuchando, esperando que las 12 llegaran y él huyera en su carruaje, mientras él le contaba con pesar que conoció puras mujeres enroscadas con las que no se podía proyectar nada a futuro, que siempre tenían “algo”.

Nunca más se volvieron a ver, él la seguía llamando y ella respondía con evasivas, claramente las mujeres que él conocía no eran unas enroscadas, él (y la madre) eran un pésimo partido.

1 de junio de 2010

EL VETERANO

Muchas veces nos hemos sorprendido con esas parejas donde un vejete sale con una mujer dos décadas menor, generalmente él tiene mucho dinero (y "batallas") y ella es un piojo resucitado (y lleno de cirugías) que no tiene donde caerse muerto. Pensamos en qué tendrá ese hombre para que la brecha generacional no se note tanto y qué tan madura (o interesada) puede ser esa mujer para estar a la altura del veterano.

Vemos esos galanes de Hollywood que pasaron los 50 y que se mantienen tan bien, pero aún así una no puede imaginarse con alguien mayor, por más estado físico y galantería que tenga. La realidad es distinta, los veteranos que conocemos no son estrellas de cine y nosotras tampoco somos una lolita.

Pero, hay unos pocos momentos pasajeros en la vida de una mujer en los que nos sentimos diferentes, vaya una a saber por qué motivo, no somos la misma persona, salimos de nuestra ruta habitual y nos animamos a hacer cosas que en otras oportunidades no hubiésemos imaginado. Estamos distintas, se nota en nuestro aspecto físico, en nuestro humor, hay un cambio en nuestra vida social y estamos más abiertas a conocer gente nueva.

Por otro lado, detrás de los arbustos, como si tuviera un radar, como el león esperando por su presa, de repente se abren las aguas y el veterano hace su ingreso triunfal a nuestras vidas. Al principio nos resistimos, pero lentamente vamos sucumbiendo a su misterioso encanto.

Como estamos especialmente receptivas -y él lo presiente- le abrimos las puertas de nuestra vida con alegría, y el jovato, como buen zorro viejo que es, sabe todos los artilugios para que caigamos como una mosca en un pedazo de asado. Parece que tuviera todo digitado, qué lugares visitar, cómo tratarte, sobre qué temas charlar y como dejarte con ganas de más. Es como un manual femenino en el cuerpo de un hombre y por eso una entra como una quinceañera, pensando en qué cosas nuevas habrá por descubrir.





Como cuenta como mínimo con una década más de ventaja, el vete tiene un bagaje de experiencia y sabiduría que le garantiza un buen porcentaje de éxito. Por lo general, se muestra como un caballero de los de antes, por eso se toma el tiempo para el cortejo: te pasa a buscar y te deposita en tu casa con cortesía, innova con lugares para salir, probablemente esté mejor posicionado económicamente y profesionalmente, podés hablar con él de momentos futuros que te generan incertidumbre y él te aconseja dulcemente, parece que sabe lo que dice.

El veterano es el antagonismo del pendex, pero en un punto están interconectados: son justo lo que necesitamos en un momento de nuestra vida, una experiencia que tenemos que vivir y para la que estamos preparadas en esa oportunidad. Quizás no prospere, pero necesitamos sentirnos especiales de esa manera aunque sea una vez.

El inconveniente es que muchas mujeres recurren al jovato como reemplazo del padre ausente que les tocó en suerte, y finalmente el cortejo queda reducido a charlas sobre sus inseguridades y los consejos de él. Se convierte en un punto de apoyo más que en una pareja, y cuando la mujer se da cuenta, se cansa (si es que él no se hartó antes), dejando todo en el camino para buscar a un hombre más acorde a su edad, que seguramente no la hará sentir tan mujer, pero termirará con esa relación de apariencia tan perfecta que tenía un dejo artifical. También ocurre que el vete puede tener una vida un tanto tormentosa, con algún fracaso matrimonial, una madre posesiva, deudas, ex mujeres demandantes e hijos malcriados de por medio, cosas con las que no estamos listas para lidiar.

Probablemente para que este tipo de parejas prospere será importante que cada uno pueda ocupar su lugar y no invadir otros roles. Y si no funciona, de todas maneras es bueno darnos la licencia de vivir esta experiencia y decir "Yo fui como Flavia Palmiero y tuve mi Franco Macri!!".

18 de septiembre de 2008

MARIDO VIRTUAL

Con el paso del tiempo las relaciones se fueron reconfigurando, ya no están las presiones que padecieron generaciones anteriores y una puede vivir el amor más libremente. Si bien este es un beneficio que muchas mujeres disfrutamos con alegría, muchas veces nos hace distorsionar la realidad.

Podemos hablar de la globalización, del ser humano moderno egoísta y solitario, y demás elementos presentes en diversas teorías sociológicas. Si algo caracteriza a las personas en este último tiempo es la falta de compromiso en todos los ámbitos de la vida, y eso se trasmite también a las relaciones amorosas. Han disminuido la cantidad de parejas que apuestan al matrimonio, ya casi es una rareza que los casamientos se formalicen como mínimo sin una convivencia previa; mientras, los casos de divorcio aumentan. Se cree cada vez menos en el “hasta que la muerte nos separe”.

Por eso, el post de hoy se refiere a aquellas mujeres que indiscriminadamente denominan “marido” a su concubino, o lo que es peor, al padre de su hijo no buscado quien forzosamente tiene que hacerse cargo de la nueva situación.

Las mujeres tendemos a justificar a los hombres, quizás para no aceptar que la realidad es muy diferente a nuestros sueños, por eso hacemos cosas como llamar “marido” a nuestro concubino, cuando él lo único que hace es compartir el techo con la mujer que ama y ya, sin más historias que eso. Probablemente el hombre aclaró los tantos, pero la concubina parece no aceptar su situación y arma el teatro del marido virtual, esperando el momento de la proposición de casamiento que nunca llega.

Es hora de que llamemos las cosas por su nombre, marido es el hombre con el que se contrae matrimonio, no hay marido sin casamiento y libreta, esto es así nos guste o no. Es como si a mi hermano le digo abuelo. NO!, mi hermano es hermano porque ciertas condiciones hacen que se llame así y no de otra forma. Lo mismo ocurre con los maridos.



Ilustraré con algunas situaciones el mal empleo del término:

LA DEL PARACAÍDAS: Cierta mujer viajaba sentada en un trasporte público luciendo su panza de pocos meses de embarazo y hablaba con una amiga sobre sus nuevas vivencias de futura madre. En medio de la charla regodeó con la siguiente frase: “… y resulta que mi novio… (piensa mientras se toca la panza) en realidad ahora que esperamos el bebé debería llamarlo marido...” (mientras sonreía triunfante). Esa chica se merecería que la amiga le aclarara que aunque le llenaron la cocina de humo, igualmente el padre va a continuar siendo su novio hasta que ponga el anillo y firme la libreta.

LA DELGADA LÍNEA DEL CONCUBINATO: Fuera de los casos de embarazos premeditados o no, muchas mujeres creen que el hecho de vivir bajo el mismo techo con su pareja, mágicamente lo convierte en marido. Y andan como locas diciendo una y otra vez “mi marido esto y lo otro", cuando no hay papel legal que indique tal vínculo. Suena al vil engaño de algunos potenciales profesionales que sin recibirse ya se autodenominan Doctor, Ingeniero o Licenciado.

BABY BOOM: Otra situación que también se da es la de las parejas que tienen hijos sin formalizar la unión conyugal. Como en el caso de la chica del transporte público, varias mujeres tienden a llamar “marido” al padre del retoñito, como si automaticamente la gestación incluyera un certificado de matrimonio. Consultando a los seudo maridos por qué no se casan, enumeran infinidad de excusas para escaparle al compromiso. Es más, admiten que un hijo los va a unir para toda la vida con esa mujer aunque el amor de desvanezca, pero alegan que no es necesario rotular la relación y que el casamiento trae sólo problemas. Entonces, como ellos prefieren ahorrarse el "estres" de casarse, dejan al pequeño niño como un bastardo. Si ya hay convivencia e hijos en común, si estás empezando una familia ¿Cuál es la diferencia?, ¿Tan traumante es firmar la libreta? Y aclaro que esta referencia no tiene nada que ver con las condiciones económicas del otro, ya que actualmente existen los contratos prenupciales para atajarse de los ventajeros/as.

REIVINDICACIÓN DEL GATICO: No faltan tampoco esas mujeres de "procedencia dudosa" que enganchan a un pobre perejil que cumpla el papel de novio abnegado y lo llaman "marido", como para darse ellas un poco más de jerarquía y tener alguien que las espere con la cama calentita. Por supuesto, siempre encuentran alguna manera de retomar sus hábitos nocturnos, y de hacerse las locas con los buitres que andan deambulando por ahí meneando su vaso de wisky.

En todos los casos, deberíamos llamar las cosas por su nombre y dejar los disfraces, las mentiras tarde o temprano hacen agua. ¿Por qué la mujer se engaña? Al llamar "marido" al concubino nos convertimos en ese hombre mentiroso y fanfarrón que detestamos. Seamos realistas y aceptemos el vínculo que tenemos con el otro. Terminemos con la era del marido virtual.

24 de febrero de 2008

FLOWER POWER

Los 60´s reviven, de una u otra forma se hacen presentes en nuestras vidas, el “hippie chic” que le dicen, pero parece que no sólo es una cuestión de moda, sino también de amor.

En realidad, desearías que este sentimiento exagerado de libertad, del “amor y paz” sin límites ni tabúes, sólo sea parte de la historia. Sentís una amarga incomodidad porque te tocó un tipo con filosofía de vida hippona, que se va por ahí con su furgoneta psicodélica a vivir la vida, sin preocupaciones, a disfrutar de su libertad sin las presiones de Nixon (o sea vos).

Como todavía no aprendiste a descifrarlo, lo dejás ser, pensando que algún día él hará lo mismo con vos y se dignará a dar señales de vida y a tenerte un poco de consideración; pero los días transcurren y no pasa nada. Se da a la fuga y de repente aparece como si hubieran pasado sólo unos instantes desde la última vez en que uno supo del otro. Pero resulta que fueron días, y cuando te llama o lo ves te dice “Te noto rara” y vos pensás “Y claro, imbécil, si hace días que no se de vos, no te importa si vivo o si me pisó una tanqueta.” Pero le decís “No, nada, te habrá parecido (hijo de una gran p…)”.




Sólo te invade la ira, sumado a la impotencia de no saber como manejar la situación sin perder los estribos. Tu relación con el hombre de espíritu hippie es algo así como un Woodstock: está todo bien, compartimos el mismo sentimiento, cada uno hace la suya, cero ataduras, la pasamos bien, todo amor y paz… y los acordes de Hendrix de fondo. Pero ese sistema no te rinde porque sos de una rama más conservadora.

Aún así, el espíritu liberal del hippón tiene cosas que te atraen y no sabés qué hacer. Podés remediar la situación muy fácilmente, pero como toda mujer, estirás la penuria hasta reventar, anhelando que te surja una nueva especie de tolerancia y que a la vez él cambie esa particularidad en "nombre del amor". Si le cortás las alas atentás contra su espíritu flower power, y ya nada será lo mismo; pero por otro lado te sentís mal porque querés un hombre un poco más presente. Además es un descarado, pretende el espíritu libre del amor y paz pero que sean exclusivos, y eso no te cierra porque no está trabajando para ganárselo.

Por lo tanto atinás a exponerle la situación, él con su mente abierta y voladora parece comprenderte, y le creés, hasta que nuevamente se manda a mudar con su furgoneta hacia los prados atestados de flores. Y otra vez aparece la ira, la bronca, las ganas de tirarlo a un pozo y arrojarle una granada.

La cuestión parece reducirse a lo siguiente: te acoplás a su estilo hippie o él a tu estilo “represor”, o llegan a un consenso; en el peor de los casos, en el último viaje que haga en su furgoneta psicodélica, lo despachás de tu vida. Así de simple, para que la casa esté en orden, porque al fin y al cabo, tal como expresa el espíritu “flower power”: hagamos el amor, y no la guerra. Paz, man.

14 de febrero de 2008

LA CELEBRACIÓN

Un nuevo día de los enamorados toca a la puerta, mujeres ilusionadas, búsqueda frenética de regalos y la eterna espera de que el galán de turno despliegue sus mejores armas para recordarnos por qué lo elegimos y nos eligieron.

Pero… ¿Qué pasa cuando el galán conmemora poco, o lo que es peor, nada? Quizás por ello fechas que las mujeres consideran importantes, como el día de los enamorados, el cumple mes cuando ya ha pasado un tiempo de pareja, el día de la primavera, o incluso el día de la mujer, se convierten en batallas campales donde algunos desenlaces quedan entre llantos.

La mujer no olvida, y cree que su hombre tampoco, por eso espera que él se acuerde de cuanta fecha romántica haya en el calendario además del aniversario. El tema es que no todos los hombres están pendientes de esas cosas, y ahí comienzan los problemas.

Llegó el momento entonces de desenmascarar a los no conmemoradores (y se acaba de crear un neologismo) y de descubrir cuál es su disfraz para no celebrar:

- No conmemorador tacaño: Basta de pavadas, y sincerémonos de una vez, no existe el “para él eso son pavadas” con el que tratamos de racionalizar la actitud del otro, simplemente el tipo no quiere gastar y la mejor manera de hacerlo es no conmemorar nada. Desde cosas básicas como cumpleaños de algún familiar, hasta trivialidades femeninas como el día de la mujer.

- No conmemorador zurdito: Todo es consumo. Sólo eso. Él levanta bandera de la izquierda y dice que no se va a dejar manipular por los intereses del poder, entonces no celebra nada porque todo es para llenar los bolsillos de los capitalistas. Salvo un cumpleaños o alguna fecha demasiado especial, es ley que él no va a regalar nada, ni decir nada, ni conmemorar ninguna fecha como el día de San Valentín, porque le parece consumismo innecesario y además viene de yankeelandia. Conclusión: No conmemora ni la Navidad, nunca te regala nada, y tampoco cree en nada.

- No conmemorador olvidadizo: Hay que dar una tregua a los pobres muchachos que están en la 5ta. luna y no saben en qué día viven. Olvidan, como lo hacen en todos los aspectos de su vida, y la mujer puede patalear, llorar, y demás, pero nunca logrará cambiarlo. Hay que aceptarlo, será cuestión de poner lo demás en la balanza.

- No conmemorador sin compromisos: Él no se compromete con nada ni nadie, y mucho menos con celebrar fechas que no le importan y que impliquen tomarse la molestia de salir con vos, buscarte un regalo y entregártelo. Al tipo no le importa, esa es la cruel realidad.

Desde ya, a medida que los hombres van pasando por nuestras vidas y nosotras vamos creciendo, aparecen híbridos de estos cuatro tipos de No conmemoradores. La cuestión parece fácil: tratar de respetar al otro, pero que el otro también respete las cosas que nos gustan, y no comerse cualquiera y justificar al hombre. Hay que ver las cosas como son.

27 de septiembre de 2007

¡¡ENTRENADOR, ENTRENADOR!!

“Sin fúl, sin fúl”, gritaba el Coco Basile en la pasada Copa América. Como si fuese tan fácil, Coco… Las mujeres pasan su vida entrenando hombres, y finalmente siempre es “Con fúl”.

Cuando una mujer hace retrospectiva de sus relaciones, ya sean noviazgos formales o intentos de ello, llega a un punto en que se da cuenta que actuó como una entrenadora. Moldea a su hombre del momento para cada situación en la que él actúa como un macaco creyendo que no sólo se hace un bien a ella, sino a la comunidad.

Lo viste, lo educa, le indica atajos, lo convierte un caballero de armadura brillante y luego lo libera, porque fue tan extenuante el camino hacia eso que no quiere lidiar más con él. Luego, a ese hombre lo recibirá otra, que gozará alegremente de las bondades inculcadas, aunque seguramente querrá hacerle algunas modificaciones.

Revisemos un poco las etapas de entrenadora por las que pasa una mujer:

· Inicialmente, en los amores adolescentes con púberes de explosión hormonal, hay todo un campo virgen por sembrar, y como en ese momento la mujer es poco pretenciosa porque la vida amorosa no la ha golpeado aún, guarda lo que piensa y expresa poco. Soporta que su novio salga religiosamente con sus amigotes y haga cualquiera, que se comporte como un primate y le cierre las puertas en la cara, y que no tenga detalles románticos. Si la relación dura, puede recoger la cosecha, pero el proceso fue agotador y lo larga, dejando las ganancias del campo a la deriva.

· Luego encontrará otros que ya fueron entrenados por otras mujeres, que probablemente tendrán déficit de caballerosidad y atenciones, carreras frustradas, mala vestimenta y poco interés en el futuro. Y le surgirá el espíritu del entrenador: lo ayudará a completar sus estudios y le dará unos tips para hacer más feliz a una mujer. Pero la pudrió y lo fletó, porque en realidad no quiere ocuparse de esas cosas y prefiere un hombre que ya tenga esos temas resueltos.

· Finalmente apostará a uno nuevo, que tuvo una entrenadora antes y no fue tan eficiente como podría haberlo sido ella. Él es un machista a conveniencia: goza de los beneficios de la pseudo liberación femenina, pero también quiere a la mujer de antes, y como hombre aporta poco. Este al menos terminó sus estudios y tiene un trabajo aparentemente prometedor, pero huye al compromiso y tiene menos romanticismo que el Yeti. Ella practica la tolerancia y pacientemente le inculca el romanticismo, lo ayuda con su ropa y sus menesteres habituales, convirtiéndolo en un hombre más agradable para una mujer. Pero nuevamente se cansó y lo mandó a volar, dejándoselo a la que sigue en la lista, ávida de entrenarlo a su manera.

Y así comienza un período cíclico de entrenamientos y abandonos por un nuevo hombre con potencial pero que necesita ajustes. Toda mujer es entrenadora, y a diferencia del Coco, no se hace famosa ni acaudalada por ello, pero sí coincide en que si falla, será condenada. A medida que pasa el tiempo más y más pretende, y supone que el hombre que la acompañe debería saber de antemano qué es lo que ella necesita.

¿Vale la pena este proceso de entrenamiento constante? Quizás sería mejor aceptarlos como son y pasar del rol de entrenadora al de mujer, ¿O es que el hecho de ser mujer implica necesariamente el rol de entrenadora?. El hombre es más simple, no se esmera en entrenar, no exige, no se fija en esas trivialidades, sólo quiere estar en armonía. Tristemente, por más que la mujer lo intente, está en su naturaleza, y seguirá entrenando por siempre, con la lucha interna de dejar de hacerse mala sangre ella y al mismo tiempo dejar ser al otro.