1 de junio de 2010

EL VETERANO

Muchas veces nos hemos sorprendido con esas parejas donde un vejete sale con una mujer dos décadas menor, generalmente él tiene mucho dinero (y "batallas") y ella es un piojo resucitado (y lleno de cirugías) que no tiene donde caerse muerto. Pensamos en qué tendrá ese hombre para que la brecha generacional no se note tanto y qué tan madura (o interesada) puede ser esa mujer para estar a la altura del veterano.

Vemos esos galanes de Hollywood que pasaron los 50 y que se mantienen tan bien, pero aún así una no puede imaginarse con alguien mayor, por más estado físico y galantería que tenga. La realidad es distinta, los veteranos que conocemos no son estrellas de cine y nosotras tampoco somos una lolita.

Pero, hay unos pocos momentos pasajeros en la vida de una mujer en los que nos sentimos diferentes, vaya una a saber por qué motivo, no somos la misma persona, salimos de nuestra ruta habitual y nos animamos a hacer cosas que en otras oportunidades no hubiésemos imaginado. Estamos distintas, se nota en nuestro aspecto físico, en nuestro humor, hay un cambio en nuestra vida social y estamos más abiertas a conocer gente nueva.

Por otro lado, detrás de los arbustos, como si tuviera un radar, como el león esperando por su presa, de repente se abren las aguas y el veterano hace su ingreso triunfal a nuestras vidas. Al principio nos resistimos, pero lentamente vamos sucumbiendo a su misterioso encanto.

Como estamos especialmente receptivas -y él lo presiente- le abrimos las puertas de nuestra vida con alegría, y el jovato, como buen zorro viejo que es, sabe todos los artilugios para que caigamos como una mosca en un pedazo de asado. Parece que tuviera todo digitado, qué lugares visitar, cómo tratarte, sobre qué temas charlar y como dejarte con ganas de más. Es como un manual femenino en el cuerpo de un hombre y por eso una entra como una quinceañera, pensando en qué cosas nuevas habrá por descubrir.





Como cuenta como mínimo con una década más de ventaja, el vete tiene un bagaje de experiencia y sabiduría que le garantiza un buen porcentaje de éxito. Por lo general, se muestra como un caballero de los de antes, por eso se toma el tiempo para el cortejo: te pasa a buscar y te deposita en tu casa con cortesía, innova con lugares para salir, probablemente esté mejor posicionado económicamente y profesionalmente, podés hablar con él de momentos futuros que te generan incertidumbre y él te aconseja dulcemente, parece que sabe lo que dice.

El veterano es el antagonismo del pendex, pero en un punto están interconectados: son justo lo que necesitamos en un momento de nuestra vida, una experiencia que tenemos que vivir y para la que estamos preparadas en esa oportunidad. Quizás no prospere, pero necesitamos sentirnos especiales de esa manera aunque sea una vez.

El inconveniente es que muchas mujeres recurren al jovato como reemplazo del padre ausente que les tocó en suerte, y finalmente el cortejo queda reducido a charlas sobre sus inseguridades y los consejos de él. Se convierte en un punto de apoyo más que en una pareja, y cuando la mujer se da cuenta, se cansa (si es que él no se hartó antes), dejando todo en el camino para buscar a un hombre más acorde a su edad, que seguramente no la hará sentir tan mujer, pero termirará con esa relación de apariencia tan perfecta que tenía un dejo artifical. También ocurre que el vete puede tener una vida un tanto tormentosa, con algún fracaso matrimonial, una madre posesiva, deudas, ex mujeres demandantes e hijos malcriados de por medio, cosas con las que no estamos listas para lidiar.

Probablemente para que este tipo de parejas prospere será importante que cada uno pueda ocupar su lugar y no invadir otros roles. Y si no funciona, de todas maneras es bueno darnos la licencia de vivir esta experiencia y decir "Yo fui como Flavia Palmiero y tuve mi Franco Macri!!".